El 2025 concluye con señales de resiliencia en la economía global. Según el FMI, el crecimiento mundial se ubicará cerca del 3.2%, mostrando estabilidad pese a los desafíos. Las economías avanzadas crecen alrededor del 1.5%, mientras los mercados emergentes mantienen un ritmo sólido cercano al 4%, impulsados por innovación y comercio digital. América Latina proyecta cerrar en 2.4%, con oportunidades en nearshoring y transición energética, y Centroamérica destaca por su dinamismo relativo. Costa Rica espera terminar el año con un PIB de 3.6%, apoyado en la demanda interna y sectores de servicios, proyectando un repunte hacia 3.8% en 2026.
La inflación global cede terreno, bajando a 4.2%, y se espera que alcance 3.6% en 2026, lo que refuerza la confianza en la estabilidad de precios. Aunque los servicios siguen presionando en economías avanzadas, la tendencia general es positiva, permitiendo que las tasas de interés inicien un ciclo de normalización. Esto abre espacio para mayor inversión y expansión crediticia en la segunda mitad de 2026.
En América Latina, la inflación retrocede gradualmente, creando condiciones para políticas monetarias más flexibles. Costa Rica experimenta una inflación en terreno negativo la mayor parte del 2025, con expectativas de converger al rango meta del BCCR (2–4%) en el segundo trimestre de 2026. La tasa de política monetaria se ajustó hacia niveles neutrales, favoreciendo el crédito y la inversión empresarial.
Los riesgos persisten —proteccionismo, deuda pública y tensiones sociales—, pero también surgen oportunidades: diversificación de cadenas de suministro, digitalización acelerada y transición hacia energías limpias. La geopolítica y la fragmentación monetaria siguen siendo factores a monitorear, aunque la cooperación internacional y la innovación tecnológica ofrecen amortiguadores importantes.
¿Y el 2026? Los organismos internacionales anticipan un aterrizaje suave, con crecimiento global cercano al 3.1%, apoyado en la recuperación sincronizada de grandes economías y la digitalización como motor de productividad. El escenario alternativo de recesión existe, pero con menor probabilidad si se mantienen políticas prudentes y reformas estructurales. Para los mercados financieros, la clave será aprovechar condiciones más favorables, priorizando diversificación y estrategias sostenibles.
Conclusión: El mundo entra en 2026 con expectativas moderadas pero optimistas. La estabilidad dependerá de la capacidad de los gobiernos y empresas para impulsar reformas, gestionar deuda y capitalizar tendencias tecnológicas y verdes. Las oportunidades están sobre la mesa: innovación, integración comercial y sostenibilidad serán los pilares del crecimiento.